La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria de la piel de carácter crónico.
La piel de los niños atópicos está “estructuralmente” mal formada y no puede hacer su adecuada función barrera, eso hace que les ocasione picor (incluso cuando clínicamente aún no es evidente nada en su piel), se rascan y con ello originan brotes de eccema (placas o áreas de piel enrojecida y descamada, áspera al tacto).
Evoluciona en brotes, por lo que los periodos de empeoramiento se alternan con otros de mejoría. Normalmente este trastorno se manifiesta en el primer año de vida, y mejora progresivamente, siendo habitual su desaparición al llegar a la adolescencia.
La causa de la dermatitis atópica es desconocida, aunque se sabe que hay un componente hereditario muy importante. Es habitual que los niños atópicos tengan antecedentes personales o familiares de dermatitis atópica, rinitis alérgica o asma. Al parecer influyen varios factores: genéticos, alteraciones inmunológicas y trastornos de la función de barrera cutánea.
Es importante saber que no se trata de una enfermedad contagiosa y no puede transmitirse por tocar zonas alteradas de la piel.
El tratamiento no solo debemos enfocarlo médicamente en el brote agudo para controlar el eccema, sino que entre brotes debemos intentar controlar el picor y el rascado mediante cuidados locales de la piel y evitando ciertos desencadenantes conocidos.